Digital Magazine of the Comboni Missionaries 
in America and Asia

COLOMBIA
Cultivar la fraternidad

Comentario al “Padre Nuestro” del evangelio de Mateo en el contexto de la espiritualidad Ubuntu para la comunidad negra del barrio Lisboa de Bogotá.Por Hno. Cosmas Ochan Okech – MCCJ

Los africanos traídos a América quedaron articulados a un sistema de producción, en una etapa concreta de la vida del continente necesitado de mano de obra. Desde entonces, arrastran su condición de marginación y empobrecimiento.
Las consecuencias de esta pobreza y marginación pesan enormemente entre la población negra. La mayoría de los que se encuentran en Bogotá viven en los barrios periféricos de la ciudad. Muchos llegaron como desplazados para huir de la violencia que sufrían en los lugares de origen. Otros vinieron en busca de una mejor calidad de vida o para estudiar. Una vez llegado a Bogotá, se establecieron en los barrios más marginales y tuvieron que enfrentar la discriminación, desigualdad social, injusticias, indiferencia, exclusión y el racismo estructural que les hace vivir en una pobreza extrema.
Esto hace que, muchas veces, sus reacciones a los problemas sean en perspectiva negativa y defensiva, lo que les dificulta la convivencia social e incluso el poder encontrar un trabajo digno, visto que son discriminados en la búsqueda de un empleo.
En esta situación se encuentra la comunidad negra del barrio Lisboa de Bogotá que, además de estar dividida, ya perdió el amor propio y no acreditan en la fuerza de la fraternidad. De tanto recibir rechazos, ya no tienen corazón para perdonar y ver a los demás como hermanos. Por lo tanto, veo la pertinencia de hacer, junto a ellos, un proceso de sanación a través del comentario del Padre Nuestro, para mostrar el rostro de un Dios que, a lo largo de la historia, siempre se ha puesto al lado de los oprimidos. 

Comentario del Padre Nuestro 
El Padre Nuestro de Mateo nos enseña a invocar a Dios en primer lugar como Padre de todos nosotros. En este caso, si no se toma en cuenta el sentido del significado que conlleva la palabra Padre, será imposible compartir nuestra fe y existencia con los demás, y tampoco sabremos compartir lo que tenemos, considerándonos hermanos y hermanas del mismo Padre.
Por tanto, invocar a Dios “Padre nuestro” implica reconocer que somos hijos del mismo Padre, que es Dios y que tenemos algo en común que proviene de Él, que es la vida. “Cuando rezamos el Padre nuestro, no rezamos por uno, sino por todo el pueblo, porque nosotros, todo el pueblo, somos uno. Es decir, que soy parte del todo y el todo es parte de mí. Dios, el Maestro de la oración y la concordia, que enseña la unidad y que quiso que cada uno orara por todos, como Él mismo soportó todo en uno. Así como dice la Escritura: Todos estaban con un mismo propósito y continuaban firmemente en oración... Después de la ascensión del Señor, los apóstoles juntos con los discípulos estaban en oración” (San Cipriano sobre el Padre Nuestro, capítulo 8).   

Unidad fraterna 
Esa es una señal de que entendieron bien el espíritu de la oración que Jesús les enseñó. Aquí, lo más importante es la unidad fraterna. Por tanto, ustedes como comunidad negra de Lisboa, están invitados a cultivar esa fraternidad que Jesús quiere ver en nuestras comunidades y que también es patrimonio de nuestros ancestros que siempre creyeron en el aita kue (todos somos hermanos) y en el Ubuntu (yo soy porque somos): Jesús es testimonio perfecto del Ubuntuismo. Fíjate, cuando Dios nos envió a Jesús, éste no quiso venir solo, quiso pertenecer a una familia. Jesús deseó venir a través de una mujer tan humilde como María y ser ayudado y protegido por los demás. Recibió enseñanzas de otros; tuvo amigos con los que lloró y compartió lo que tenía. Se preocupaba por los demás y quiso que aprendiéramos la manera adecuada de orar, que no es egoísta. También el papa Francisco nos invita a caminar en esa dirección en la encíclica “Fratelli tutti".   

Espiritualidad Ubuntu 
Jesús nos propone una nueva relación no solo entre el binomio hombre-Dios, sino también entre el de hombre-hombre porque entiende que nuestra relación con Dios pasa por el modo en que nos relacionamos con nuestros hermanos. Eso es lo que llamamos espiritualidad Ubuntu. Porque, el Ubuntu enseña a la persona (aquí no existe el individuo) a encontrarse consigo mismo e ir al encuentro de los demás, del Ser Divino (Dios), comunicándose y relacionándose con los otros. La persona jamás está sola.
En la espiritualidad Ubuntu, lo más importante es esa relación. Somos seres de relaciones. Desmond Tutu dirá: “Mi humanidad está intrínsecamente vinculada a la tuya y, por lo tanto, soy humano porque pertenezco, participo y comparto el estar en comunidad. Tú y yo estamos hechos para la interdependencia y para complementarnos mutuamente”. Así cuando invocamos a Dios Padre nuestro, cumplimos la intención de la enseñanza de Jesús y estamos poniendo en práctica la espiritualidad Ubuntu. Es absurdo que nosotros como comunidad afro estemos aislados. Nos resulta difícil y contradictorio llamar a Dios nuestro Padre mientras seguimos respirando venganza contra nuestros semejantes. No estamos minimizando los males que enfrentamos por ser negros, sino que somos desafiados a construir una sociedad alternativa en donde el otro es respetado en su dignidad. El Padre nuestro que Jesús nos propone es una actitud, es Ubuntu, un estilo de vida alternativa frente a la ideología individualista que ve a su hermano como un enemigo potencial al que hay que destruir. En la oración del “Padre Nuestro” encontramos la correcta relación entre Dios y nosotros (Padre nuestro), entre nosotros mismos (danos hoy…), entre el cielo y la tierra (hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo)... La expresión “que estás en los cielos” no quiere decir que Dios está separado de nuestra realidad, sino más bien “indica la trascendencia y la invisibilidad de Dios” (J. Mateos y F. Camacho, el evangelio de Mateo, lectura comentada, p.67.). Esta invisibilidad nos lleva a verlo en nuestros hermanos, sobre todo en aquellos que no tienen techo para garantizar la seguridad de su dignidad; en aquellos que no tienen derecho ni a una identidad y que son llamados “callejeros” o “gente sin techo”.