Revista Digital de los Misioneros Combonianos 
en América y Asia

COLOMBIA
Mons. Luis José Rueda, pastor con olor a oveja


P. Rafael Savoia

El P. Carlos Jiménez, sacerdote eudista, encargado de la pastoral afro de la arquidiócesis, nos invitó a subir al barrio El Paraíso, en las laderas empinadas de la loma de ciudad Bolívar, hasta la parroquia Nuestra Señora de Nazaret. Pensábamos llegar en poco más de media hora. Echamos hora y media por esas calles estrechas donde se quieren sobrepasar bicicletas, motos, carros y buses. Al fin dimos con la iglesia. 
Ya nos había precedido el señor arzobispo de Bogotá, Mons. Luis José Rueda Aparicio con su obispo auxiliar, Mons. Pedro Salamanca y con su vicario general.
Nos recibió con una ancha sonrisa Jessica una joven líder afro y otros colaboradores del grupo juvenil. Nos hicieron cumplir con todo lo de ley: lavamanos, desinfección de los zapatos, tapabocas etc. Una iglesia -con todos los protocolos de bioseguridad- repleta de jóvenes y adultos, mamás con niños y un coro listo y en función. 
El obispo pasando, con todos los cuidados, de una persona a otra con sencillez, capacidad de escucha y una permanente sonrisa detrás de la mascarilla. Contento entre sus ovejitas, en ese rincón perdido de la gran Bogotá, donde hay tantas cosas buenas y al mismo tiempo con problemas inmensos de violencia, opresión, explotación, droga, criminalidad, fuerzas ilegales e inseguridad. Lo que no impidió que el obispo Luis José fuera a dar la vuelta al barrio y luego a las obras de la parroquia con una impresionante capacidad de escucha y de mirada profunda a las personas.
El arzobispo con el párroco y el vicario general recorrieron la casa cural en construcción hasta la azotea desde donde se veían las casitas de ladrillos amontonadas en subida hasta los altos de la montaña. El obispo llegó como a las tres de la tarde y se tomó todo el tiempo para escuchar uno por uno a los líderes de la pastoral afro, tanto los jóvenes como los adultos. Dedicó tiempo a la relación de la pastoral afro que hicieron los padres Carlos, Emigdio y Rafael, y también a la experiencia de un profesor de fútbol, que ha logrado atraer y formar un buen grupo de jóvenes afro. No es normal que un arzobispo dedique tanto tiempo a una minoría como los afros y en una parroquia ubicada en una zona considerada “roja”.
En la Eucaristía habló de Jesús presente en su pueblo. Condenó la violencia y la corrupción y el olvido de la gente pobre de los barrios, como lo había hecho unos días antes en una declaración.
Eran las ocho de la noche y el arzobispo Luis José estaba todavía en la iglesia con la gente. Autentico pastor con olor a oveja.
¿De dónde nos vino semejante pastor? Él mismo nos dice que viene de una familia numerosa de doce hermanos; nació en San Gil (Santander) el 3 de marzo de 1962, en un hogar cristiano conformado por el señor Luis Emilio Rueda Joya (q.e.p.d.) y la señora Socorro Aparicio Mejía (q.e.p.d.).
Estudió en su pueblo natal y otros centros de la región. Trabajó con su padre hasta que decidió entrar al seminario como escribió un periodista: “Antes de ingresar al Seminario encontró en el trabajo un buen ambiente de formación humana. Laboró con su padre, don Luis Emilio, en construcción. Varios oficios breves entre los que recuerda especialmente su servicio a SEPAS vendiendo el periódico José Antonio, y sus programas deportivos en la Emisora Armonías de San Gil, ocuparon el tiempo en el año 1981. Durante el año 1982 trabajó en la fábrica Cementos Hércules S. A. como operante en el laboratorio, hasta el día de su ingreso al Seminario”.
Ordenado sacerdote, cubrió varios cargos diocesanos, como parroquias, Caritas diocesana o formador del seminario. Se especializó en Roma en teología moral, sin cambiar de estilo de vida sencillo y cercano.
El 2 de febrero de 2012 fue nombrado obispo de Montelíbano y recibió la ordenación episcopal el 14 de abril siguiente. El 19 de mayo de 2018 fue nombrado arzobispo metropolitano de Popayán, donde quedo poco tiempo, porque el papa Francisco lo llamó a dirigir la arquidiócesis de Bogotá. “Soy el más pequeño de los obispos de Colombia”, dijo en uno de sus primeros discursos.

 

El perdón cura las heridas provocadas por el resentimiento y renueva las personas, las familias, las comu- nidades y la vida social. El perdón es la clave de nuestras relaciones con Dios, con el prójimo y con nosotros mismos El perdón es una necesidad. Si no perdono, no puedo ser perdonado. El perdón es un proceso, este es, un continuo crecimiento hacia la libertad interior. No olvidemos que algunas experiencias son tan dolorosas que requieren mucho tiempo transcurrido en el perdón.