Al respecto, en el Documento de Aparecida, número 414, se plantea
que “se requiere la acción pastoral para acompañar a las víctimas, brindarles
acogida y capacitarlos para que puedan vivir de su trabajo. Asimismo, deberá
ahondar su esfuerzo pastoral y teológico para promover una ciudadanía universal
en la que no haya distinción de personas”.
“... se requiere la acción pastoral para acompañar a las
víctimas y brindarles acogida y capacitarlos para que puedan vivir de su
trabajo. Asimismo, deberá ahondar su esfuerzo pastoral y teológico para
promover una ciudadanía universal en la que no haya distinción de personas”
(DAp 414).
Encuentro con la Palabra para iluminar la vida
Del Santo Evangelio según san Lucas 9, 28-36 Jesús tomó
aparte a Pedro, Santiago y Juan, y subió a una montaña para orar. Mientras
estaba orando cambió la apariencia de su rostro y su ropa se volvió blanca y
resplandeciente. En esto, dos hombres se pusieron a conversar con él: eran
Moisés y Elías que, resplandecientes de gloria, hablaban con Jesús sobre su
partida de este mundo que se iba a cumplir en Jerusalén. Pedro y sus compañeros
tenían mucho sueño, pero permanecieron despiertos y vieron la gloria de Jesús y
la de los dos hombres que estaban con él. Cuando estos ya se alejaban, Pedro le
dijo a Jesús: «¡Maestro, qué bien estamos aquí! ¡Hagamos tres chozas: una para
ti, otra para Moisés y otra para Elías!». Pero no sabía lo que decía. Mientras
decía esto, una nube los cubrió y al entrar en la nube tuvieron mucho temor. Y
desde la nube salió una voz que dijo: «¡Este es mi Hijo, el elegido!
¡Escúchenlo!». Cuando se oyó la voz, Jesús se encontraba solo. Los discípulos
guardaron silencio, y durante ese tiempo no dijeron a nadie lo que habían
visto.
“Nos
dejamos iluminar”
Maestro, ¡qué bueno que estemos aquí!... «Este es mi Hijo,
mi Elegido; escúchenlo.» (Lc 9, 33.35) Mostrar lo que somos, o demostrar lo que
queremos que los demás vean… no es lo mismo. Figurar para buscar admiración, y
liderar procesos comunitarios… no es lo mismo. Ser “influencer” con palabras o
gestos atractivos, o ser profetas del Reino… no es lo mismo. Y de todo esto,
tenemos ejemplos en nuestros ámbitos políticos, sociales, económicos,
culturales… y eclesiásticos.
Es evidente que la experiencia de Jesús de “transfigurarse” nos conduce a la
opción personal-eclesial de autentificar nuestra vocación y misión. O sea, “ser
y parecer” o “parecer y ser… discípulos-misioneros de Jesucristo, que no
cambiamos de rumbo por la “persecución” o no cambiamos de “amigo” por las
ventajas egoístas.
Somos testigos (o quizá protagonistas) de personas e instituciones, de
ideologías y teologías… que se adaptan al “discurso de moda” o a las prácticas
exitosas… que prefieren el “confort de lo conocido” en el pasado que el riesgo
de la incertidumbre profética… que buscan un “micrófono de su vanagloria”
aunque las relaciones interpersonales no sean muy fraternas…
Es bueno “estar” con Jesucristo, pero no
buscando refugio ante el riesgo. Es saludable “subir” al monte Tabor a orar,
pero siempre con ojos y oídos atentos al clamor de la casa común y de los
dolores del pueblo. Es lógico “buscar” la serenidad interior y la seguridad
ante las amenazas, pero no domesticando el Evangelio…
Por eso, hoy, una vez más… “escuchemos” a Jesús, al Mesías, al Hijo de Dios…
que nos invita a seguirle, caminar, afrontar, sinodalizar… sin tregua (en este
tiempo y en nuestros espacios) por opción personal y con estrategias
comunitarias, para “acompañar a las víctimas de las injusticias sociales y
eclesiales con procesos de reconocimiento y reparación” (AEALC, desafío 2).
Con la mirada y el compromiso del crucificado, para “no invisibilizar” los
rostros de los nuevos excluidos (cf. DAp 65 y 402) para “acompañar a las
víctimas” en su caminata Cuaresmal de atención, justicia, reparación,
reconciliación y sanación (AEALC, opción pastoral 2, lit. c).
El rostro de las víctimas sociales y
eclesiales, claman en esta Cuaresma
El Documento de Aparecida, dibujó entre sus páginas los nuevos rostros de la
exclusión, fruto de la globalización que hoy acompaña la historia de la
humanidad. Hoy, la Asamblea Eclesial, abierta a un amplio proceso de escucha,
suma el rostro de las víctimas sociales y eclesiales, a causa de los abusos
sexuales, de conciencia y de poder por parte de algunos miembros de la Iglesia.
En varios países de Latinoamérica y El Caribe, no solo en la sociedad sino
también en la Iglesia católica, las numerosas denuncias de abuso sexual de
menores, así como de personas adultas de ambos sexos fueron creciendo. La
profunda afectación de la dignidad de los menores y personas vulnerables nos
duele enormemente. En nuestra Iglesia, los abusos fueron cometidos por
sacerdotes y consagrados en ambientes eclesiales. La mayoría de los casos no
fueron afrontados adecuadamente, o no ha habido un procedimiento eficaz y transparente
para esclarecer lo sucedido y garantizar justicia para las víctimas. Eso afectó
profundamente la confianza en la Iglesia y su credibilidad.
En esta Cuaresma, este signo doloroso, requiere de respuestas decididas para
poder anunciar con credibilidad, en palabras y hechos, a Dios que cuida de la
vida de todas las personas, particularmente de los más vulnerables e
indefensos, (cf. DC 32).
Reflexión para tocar la vida a partir de los
Desafíos Pastorales
Tenemos el desafío pastoral de acompañar a las víctimas de
las injusticias sociales y eclesiales con los procesos de reconocimiento y
reparación.
Frente a prácticas abusivas, arraigadas y difundidas en la sociedad y en la
Iglesia, hay signos alentadores y pasos significativos para romper los silencios
y encubrimientos. Las políticas de prevención para toda la Iglesia,
cuidadosamente estudiadas y sabiamente aplicadas en cada contexto, se van
focalizando en factores importantes que pudimos considerar en nuestra Asamblea
Eclesial y de los cuales podemos señal:
• Generar programas de formación y una cultura de cuidado, de modo que todas
las personas en los espacios eclesiales sean capaces de identificar situaciones
inadecuadas.
• Definir protocolos, mecanismos y estructuras adecuadas de denuncia, reparación
y sobre todo prevención del abuso.
• Desarrollar pastorales especializadas para tratar abusos y acompañar
pastoralmente a las comunidades, implicando al laicado especializado y a
expertos de diversas disciplinas.
• Mayor celeridad y transparencia en las investigaciones, privilegiando el
lugar de las víctimas.
Un llamado cuaresmal:
Nuevas iniciativas animadas por la sensibilidad por las víctimas y la pasión
por la justicia deben nacer en nuestros centros educativos y en nuestras
comunidades eclesiales (DDC 153).
¿Sabes si en tu comunidad hay este tipo de iniciativas?
El desafío que enfrentamos todos para incidir
en la vida
Enfrentar este desafío implica que en esta Cuaresma,
revisemos nuestro proceso de conversión a nivel personal, comunitario, pastoral
y sinodal con sinceridad, reconociendo que la conversión debe ser práctica,
acompañada de obras concretas y no un mero discurso.
Teniendo en la mente y el corazón acompañar a las víctimas de las injusticias
sociales y eclesiales: • ¿Qué actitudes de Jesús consideras que debemos tener
al acompañar y atender pastoralmente a nuestros hermanos que sufren ante las
injusticias?
• ¿Recuerdas alguna palabra del Papa Francisco que nos oriente en el trabajo
pastoral que implique procesos de reconocimiento y reparación?
• ¿Qué nuevos retos plantea esta situación a la pastoral de tu comunidad?
• ¿A qué podrías irte comprometiendo personalmente en favor de las víctimas de
las injusticias sociales y eclesiales?
Demos un paso más en nuestro proceso de
conversión y acompañemos a las víctimas estas injusticias:
• Desde nuestra conversión personal: Oremos por las víctimas y la
situación que viven. No podemos olvidar el sufrimiento vivido por personas
menores y adultos vulnerables a causa de abusos sexuales, de poder y de
conciencia cometidos por un notable número de clérigos y personas consagradas.
• Desde nuestra conversión comunitaria: Busquemos ser compasivos y
testigos de la redención de Jesús que acoge a quienes sufren. Somos
interpelados como Pueblo de Dios a asumir el dolor de nuestros hermanos
vulnerados en su carne y en su espíritu.
• Desde nuestra conversión pastoral: Abramos en nuestras comunidades
espacios para escuchar el clamor de quienes han sido abusados y que como
Iglesia no hemos sabido hacerlo.
• Desde nuestra conversión sinodal: Caminemos juntos con el compromiso
de promover una cultura del cuidado mutuo y de la promoción de espacios
seguros, buscando tomar medidas de prevención, atención y reparación integral
ante el sufrimiento causado a las víctimas, y con ellas a las familias y
comunidades, que han sufrido abusos sexuales, de conciencia o debido al mal
ejercicio del poder. Celebrar la vida
Señor de la vida, consolador de corazones,
escucha el clamor de nuestros hermanos y hermanas
que han sido heridos por situaciones de abuso.
Concédenos el valor y la sabiduría,
la humildad y la gracia, para actuar con justicia.
Sopla tu sabiduría en nuestras oraciones y empeños
y enséñanos el camino de la justicia y la integridad,
iluminado por la verdad y por tu misericordia. Amén.
SIGLAS
AEALC: Asamblea Eclesial de América Latina y El Caribe, 2021
DAp: Documento de Aparecida, 2007.
DC: Documento para el camino. Asamblea Eclesial de. América Latina y El Caribe,
2021
DDC: Documento para el Discernimiento Comunitario, Asamblea Eclesial de América
Latina y El Caribe, 2021
El perdón cura las heridas provocadas por el resentimiento y renueva las personas, las familias, las comu- nidades y la vida social. El perdón es la clave de nuestras relaciones con Dios, con el prójimo y con nosotros mismos El perdón es una necesidad. Si no perdono, no puedo ser perdonado. El perdón es un proceso, este es, un continuo crecimiento hacia la libertad interior. No olvidemos que algunas experiencias son tan dolorosas que requieren mucho tiempo transcurrido en el perdón.