La encíclica Laudato Si' ofrece una visión especial del Papa Francisco: el concepto de ecología integral, un enfoque que enfatiza cómo "todo está estrechamente relacionado." El grito de la tierra no es diferente del grito de los pobres; la crisis ecológica es una crisis social. El 2º objetivo de Laudato Si' es, por tanto, una llamada a responder al Grito de los Pobres defendiendo la vida en todas sus formas, con especial atención a los grupos vulnerables como los indígenas, los migrantes, los no nacidos y los niños en riesgo de esclavitud moderna.
Juan Pablo Pezzi
Muchos consideran que la crisis ecológica es una crisis
climática, porque la crisis climática es una de las manifestaciones más
generalizadas de la crisis ecológica. Sin embargo, no podemos hablar de
proteger el medio ambiente mientras descuidamos las necesidades de las personas
más vulnerables de la Tierra. Laudato Sí nos invita a considerar la crisis
medioambiental como una cuestión de justicia social, que anima a salvaguardar
los intereses de nuestros hermanos y hermanas -los cercanos y los lejanos- si
queremos proteger el futuro de la Tierra. Por tanto, la actual crisis ecológica
es también una crisis espiritual. La conversión ecológica y el cuidado de los
demás y de la creación necesitan una conversión espiritual. El Papa Francisco
habla, pues, de una ecología integral, es decir, una ecología ambiental,
económica, social, cultural y cotidiana, es decir, una ecología humana (LS
138-155).
Para Yeb Saño, miembro del Movimiento Católico Mundial por el Clima, la crisis
medioambiental tiene su origen en tres debilidades humanas. La arrogancia, la
creencia de que somos mejores que Dios y más inteligentes que la naturaleza. La
apatía, la peligrosa creencia de que el cuidado de las personas y del medio
ambiente es tarea de otros. La avaricia, la codicia extrema que hace de este
mundo un lugar peor para vivir. La avaricia lleva a los individuos y a las
empresas a pensar sólo en los beneficios, nunca en las personas ni en el
planeta.
El amor, que abrazamos como mandamiento de Dios y como seguidores de Jesús,
llama a los cristianos a enfrentarse a estas tres "A" y a cambiar
nuestro estilo de vida, persiguiendo uno más amable con los demás y con el
planeta, llevando una vida sencilla, cuidando de los demás y mostrando amor por
el planeta. Estas tres "A" son debilidades, ausencia de amor -por la
creación, por los demás, por Dios- y nos alejan de nosotros mismos, de los
demás, de la naturaleza y, en última instancia, de Dios.
La verdadera respuesta al clamor de la tierra y de los pobres no se encuentra,
pues, en las Cámaras de Comercio, en las reuniones plenarias de las Naciones
Unidas o en los parlamentos del mundo. Aunque hay una enorme cantidad de
trabajo por hacer en estos lugares. La respuesta sólo vendrá de las personas
que están sufriendo, cuyas vidas y medios de vida están en juego. De esos
millones, quizá miles de millones, de personas que, ahora mismo, ya se ven
afectadas por esta crisis, que no es la crisis de un futuro lejano; está aquí y
ahora. Tenemos que trabajar duro y mantenernos unidos ahora como familia humana
para hacer frente a esta crisis. "Este es el momento en que siento que
puede ser un factor de unión para la humanidad. No debemos perder esta
oportunidad", es el consejo de Yeb Saño (El grito de la tierra no es
diferente del grito de los pobres).
"Dios vio todo lo que había hecho, y he aquí que era
muy bueno".
La multitud de pobres y más vulnerables en el mundo actual se debe
principalmente a las guerras, pandemias, crisis económicas, injusticias
sociales y desigualdades. Piden la protección de la vida humana en todas sus
formas, desde el nacimiento hasta la muerte, con especial atención a los
pueblos indígenas, los migrantes, los no nacidos y los niños en riesgo de
esclavitud. Sin embargo, hoy existe lo que el Papa Francisco llama la
"deuda ecológica entre el norte y el sur global" (LS 51), vinculada
al grito de la tierra que provoca el grito de los pobres.
Como explican los científicos, "los peligros relacionados con el clima
exacerban otros factores de estrés, a menudo con resultados negativos para los
medios de vida, en particular para las personas que viven en la pobreza (Cambio
Climático 2014). Por tanto, "son los más pobres entre los pobres los que
sufren" la "doble injusticia del cambio climático".
La primera injusticia es que los pobres sufren el mayor impacto del cambio
climático a través de fenómenos meteorológicos extremos como inundaciones y
huracanes, el aumento de la escasez de agua, la reducción del rendimiento de
los cultivos y la subida del nivel del mar que afecta a las ciudades costeras.
Los países tropicales suelen ser los más pobres del mundo y los más vulnerables
al cambio climático.
La segunda injusticia es que los pobres son los menos responsables de las emisiones
globales de gases de efecto invernadero que perturban el sistema climático.
Cuantos menos bienes y servicios consumas, menos emisiones de gases de efecto
invernadero producirás (Papa Francisco, Fundación para el Desarrollo
Sostenible).
¿Qué medidas podemos tomar para lograr este segundo objetivo?
El Papa Francisco ofrece una respuesta en su mensaje para la 54ª Jornada
Mundial de la Paz (2021), "Una cultura del cuidado como camino hacia la
paz". En el nº 6 explica los principios de la Doctrina Social de la
Iglesia.
El cuidado como promoción de la dignidad y los derechos de cada persona.
Persona significa siempre relación, no individualismo; afirma la inclusión, no
la exclusión, la dignidad única e inviolable, no la explotación. Toda persona
humana es un fin en sí misma, nunca un simple medio que se pueda explotar sólo
por su propio bien. Los derechos humanos se derivan de esta dignidad, al igual
que los deberes humanos. Cada persona es nuestro prójimo, cercano o lejano en
el espacio y en el tiempo.
El cuidado del bien común, es decir, la suma de las condiciones sociales que
permiten a las personas, como grupos y como individuos, alcanzar su realización
más plenamente y con mayor facilidad. Nuestros planes y proyectos deben tener
siempre en cuenta sus efectos en toda la familia humana y considerar sus
consecuencias para las generaciones presentes y futuras.
El cuidado a través de la solidaridad que expresa concretamente nuestro amor
por los demás, no como un vago sentimiento, sino como una firme y perseverante
determinación de comprometernos con el bien común; todo debe ser para el bien
de todos y de cada uno, porque todos somos responsables de todos.
Cuidado y protección de la creación porque todo en la creación está
interconectado. La escucha constante y atenta del grito de los pobres y del
grito de la creación conduce a un cuidado eficaz de la tierra, de nuestra casa
común y de nuestros hermanos y hermanas necesitados. Un sentimiento de profunda
comunión con el resto de la naturaleza no puede ser auténtico si nuestros
corazones carecen de ternura, compasión y preocupación por nuestros semejantes.
'La brújula que ofrecen estos principios sociales, tan esenciales para el
crecimiento de una cultura del cuidado, señala también la necesidad de que las
relaciones entre las naciones se inspiren en la fraternidad, el respeto mutuo,
la solidaridad y el respeto al derecho internacional', concluye el Papa
Francisco. Lazos profundos que unen a los pueblos, "Nuestro planeta es una
patria y la humanidad es un pueblo que vive en una casa común", (LS 164),
sigue repitiendo. La justicia social y el bienestar del planeta son dos caras
de la misma moneda: "No nos enfrentamos a dos crisis distintas, una
medioambiental y otra social, sino a una crisis compleja, tanto social como
medioambiental". (LS 139)
Es fácil percibir cómo este 2º objetivo de Laudato Sí recuerda a los Objetivos
de Desarrollo Sostenible (ODS). Directamente a los Objetivos 1, 2, 6 y 13.
Indirectamente a los Objetivos 3, 4, 8, 10 y 12. Quizás podríamos decir que el
requisito central del 2º Objetivo de Laudato Si es el OSS 16: Paz, Justicia e
Instituciones Democráticas Fuertes.
Leer más sobre El grito del clima y el grito de los pobres: el llamamiento del
Papa Francisco a la justicia climática y el tiempo de la restauración y la
alegría.
El perdón cura las heridas provocadas por el resentimiento y renueva las personas, las familias, las comu- nidades y la vida social. El perdón es la clave de nuestras relaciones con Dios, con el prójimo y con nosotros mismos El perdón es una necesidad. Si no perdono, no puedo ser perdonado. El perdón es un proceso, este es, un continuo crecimiento hacia la libertad interior. No olvidemos que algunas experiencias son tan dolorosas que requieren mucho tiempo transcurrido en el perdón.