Revista Digital de los Misioneros Combonianos 
en América y Asia

FÁBULA
El gato y la rata


Un día, un gato y una rata quisieron cruzar un río, pero se sintieron intimidados por su anchura y la fuerza de su corriente. Sólo la Rata sabía nadar, y ambos tenían miedo de los Cocodrilos. En cuanto a la posibilidad de alquilar una canoa, no podían pensar en ello, ya que tendrían que alquilar una canoa a algún hombre, y tenían miedo de los hombres. 
Al final, decidieron hacerse una canoa recortada de una gran patata. Mientras el gato sostenía la patata entre sus patas, la rata la ahuecaba con sus dientes, que eran afilados como hachas. Cuando la canoa estuvo terminada, la empujaron al agua y ambos se subieron. 
La Rata remaba porque era la más joven. Pero al cabo de un rato se cansó y soltó el remo, pues parecía que la otra orilla del río estaba todavía a un día de distancia. "Tengo mucha hambre", dijo la Rata. "¿Tiene hambre? Yo también", dijo el Gato. "Voy a roer un poco nuestra canoa", dijo la Rata. "Es mi comida natural. ¿Por qué habría de pasar hambre si hay comida a mi alcance?". 
Y empezó a roer la patata. "Ten cuidado", dijo el Gato, "porque si roes demasiado y destrozas nuestra canoa, morirás conmigo". La Rata prometió no roer más la patata. Pero en seguida empezó tranquilamente de nuevo, y roía un poco cada vez que el Gato volvía la cabeza; y cada vez que el Gato miraba hacia él, escondía con su cuerpo el agujero que había roído. 
Al fin el fondo de la canoa fue roído tan delgado que cedió, y empezó a llenarse de agua. Al instante la Rata saltó al río y nadó hasta la orilla, escapando de los Cocodrilos. Cuando estuvo a salvo en tierra comenzó a reírse del Gato mientras lo veía luchar y escupir el agua de su nariz. "Si te vas al fondo", le gritó, "¡dale mis saludos a los peces!". 
El Gato estaba tan enfadado que sintió que prefería ahogarse a vivir para que se rieran de él de esa manera. En su furia, logró forcejear con la orilla, y antes de que la Rata pudiera escapar, se abalanzó sobre ella, y la agarró por la cabeza. ¡"¡Piedad, piedad!" gritó la Rata! "Si tienes que comerme, empieza por mi cola", pues quería ver la luz del día el mayor tiempo posible. "No me molestes", dijo el Gato, y enseguida se la comió. Y hasta hoy es un dicho común en Madagascar. "No me molestes, dijo el Gato".   

El perdón cura las heridas provocadas por el resentimiento y renueva las personas, las familias, las comu- nidades y la vida social. El perdón es la clave de nuestras relaciones con Dios, con el prójimo y con nosotros mismos El perdón es una necesidad. Si no perdono, no puedo ser perdonado. El perdón es un proceso, este es, un continuo crecimiento hacia la libertad interior. No olvidemos que algunas experiencias son tan dolorosas que requieren mucho tiempo transcurrido en el perdón.