Revista Digital de los Misioneros Combonianos 
en América y Asia

VENEZUELA
Beato Dr. José Gregorio Hernández, médico de los pobres


El doctor venezolano José Gregorio Hernández fue beatificado el pasado 30 de abril en Caracas.Conocido como el "médico de los pobres", es considerado un santo en Venezuela y otros países latinoamericanos por atender a los más desfavorecidos. También es reconocido por sus aportes a la medicina en su país.
 
P. Francisco Carrera

El Dr. Hernández fue médico, científico, profesor y filántropo de profunda vocación religiosa.  José Gregorio Hernández nació el 26 de octubre de 1864 en el pequeño pueblo campesino de Isnotú, estado de Trujillo (Venezuela). Su madre falleció cuando él tenía solo ocho años.
Estudió medicina en Caracas y tuvo tanto éxito que el presidente venezolano lo envió a estudiar microscopía, histología normal, patología y fisiología experimental en París.
Al volver fue profesor en la Universidad Central de Caracas. Después de llevar a su familia a la capital, quiso ser monje de clausura en Italia, para dedicarse solo a Dios.
En 1908 entró a la Cartuja de Farneta con el nombre de hermano Marcelo. Sin embargo, algunos meses después se enfermó y su superior le ordenó volver a Venezuela para recuperarse.
Llegó a Caracas en abril de 1909 y ese mismo mes recibe permiso para ingresar en el Seminario Santa Rosa de Lima, pero siguió anhelando la vida monástica. Volvió a Roma luego de tres años, hizo algunos cursos de Teología en el Colegio Pío Latinoamericano, pero una vez más enfermó y tuvo que volver a Venezuela.
Comprendió que Dios lo quería laico y ya no intentó volver a la vida religiosa. 
El santo médico de los pobres 
Decide convertirse en un católico ejemplar siendo médico, sirviendo al Señor en los enfermos. Dedicaba dos horas diarias para servir a los pobres.
Su rutina de vida y de trabajo consistía en levantarse a las 6 y media de la mañana, hacer un rato de oración, ir a Misa, desayuno, visitar a los enfermos a partir de las ocho, almorzar y reposar a las 12, clases en la universidad a partir de las 3, atender a pacientes al regresar a casa, cenar y leer un buen rato libros de medicina y examen del día al acostarse.
En su servicio a los pobres no era solamente que no les cobraba, sino que les compraba las medicinas o les daba unas monedas metiéndolas en sus bolsillos. Parecía que le quemaba el dinero en las manos. Contribuía con las iglesias, las cofradías, los asilos, etc. Sus afectos no estaban en las cosas materiales, sino en Dios, los enfermos, su familia, sus amigos, sus alumnos, la ciencia y los libros. 
El Dr. José Gregorio Hernández rompió la creencia, arraigada en su época, de que la ciencia y la religión estaban divorciadas. Su manera de evaluar a los enfermos le hizo ganarse la estima no sólo de los desfavorecidos, sino de figuras de poder como el expresidente Juan Vicente Gómez, de quien fuera médico de cabecera.
Un día, mientras cruzaba la calle para comprar medicinas para una anciana muy pobre, fue atropellado y llevado a un hospital donde un sacerdote pudo impartirle la Unción de los Enfermos, antes de morir el 29 de junio de 1919.
Caracas se conmovió y muchos decían: "Ha muerto un santo". Fueron tantos los que asistieron a su velorio que las autoridades tuvieron que intervenir para organizar a la multitud que quería despedirse de él.
El Cardenal Jorge Urosa Savino, Arzobispo Emérito de Caracas (Venezuela), ha escrito que José Gregorio Hernández fue “un extraordinario profesional de la medicina, médico de los pobres, investigador científico y profesor universitario, ciudadano cabal y ejemplar en la práctica de las virtudes cívicas de honestidad, patriotismo, responsabilidad social, servicio a la comunidad, ejemplo de conducta familiar”.
El Cardenal destacó que lo más importante no es eso sino su dimensión religiosa, que es “el punto indispensable para la beatificación”. “José Gregorio fue un hombre de una intensa vida religiosa, espiritual, y de práctica constante de virtudes teologales de fe, esperanza y caridad. Él fue, realmente, un hombre de Dios”, destacó el Cardenal Urosa.
El Arzobispo Emérito de Caracas también ha recordado que el llamado médico de los pobres “vivió permanentemente unido a Dios a través de una fe viva, profunda, y ardiente, que lo movió siempre a hacer el bien. Que tuvo una esperanza en Dios muy firme en medio de las dificultades; que expresó su amor a Nuestro Señor a través de una vida de intensa piedad religiosa y en el amor al prójimo”.
En 1986​ fue declarado venerable por el Papa Juan Pablo II, por lo que miles de feligreses acuden a él para pedir un milagro de sanación y agradecer por los favores recibidos.
En Venezuela y países vecinos Hernández, que en vida se dedicó a las causas de los más pobres y es recordado por su caridad y generosidad, es considerado un santo al que el imaginario popular le atribuye numerosos milagros médicos.


 

El perdón cura las heridas provocadas por el resentimiento y renueva las personas, las familias, las comu- nidades y la vida social. El perdón es la clave de nuestras relaciones con Dios, con el prójimo y con nosotros mismos El perdón es una necesidad. Si no perdono, no puedo ser perdonado. El perdón es un proceso, este es, un continuo crecimiento hacia la libertad interior. No olvidemos que algunas experiencias son tan dolorosas que requieren mucho tiempo transcurrido en el perdón.