Los negros participaron activamente
en las guerras de la independencia en América Latina. Mantuvieron
organizaciones a lo largo del siglo XIX como las cofradías y los cabildos. A comienzos del
1900 surgen organizaciones afro como la Frente Negra en el Brasil y los Congresos Panafricanistas promovidos
por Marcus Garvey. También se resalta la influencia de los afroestadounidenses
Martin Luther King, y Malcolm X.
A partir de la segunda mitad del 1900,
las organizaciones afro iniciaron una efectiva participación política, Se
redescubrió una imagen positiva de África, “la auténtica Madre Patria”, con
personajes como Jomo Kenyatta de Kenia, Kenyatta
Krumah de Guinea Bissau, Patrice Lumumba del Congo, Thomas Sankara de Burkina
Fasso, Mandela de Sudáfrica, entre otros. En América se da una revalorización
de las luchas cimarronas y sus líderes: Zumbí de los Palmares-Brasil, Alonso de
Illescas en Ecuador, Benkos Biojó en Colombia, Bayano en Panamá, Yanga en
México y Satuye líder Garífuna de la isla de San Vicente.
Movimientos
y organizaciones
Entre los movimientos más
significativos de los años 80 se encuentran: el Movimiento Negro Unificado en
Brasil, el Movimiento Nacional Cimarrón de Colombia, el INAPE de José Campos
Ávila y el Francisco Congo en Perú, el Movimiento Afroecuatoriano Conciencia, el
movimiento afroantillano en Panamá, y OFRANEH
de Erasmo Sambolá Zúñiga en Honduras. Este proceso fortaleció las
organizaciones y visibilizó líderes como: Celeo Álvarez fundador de la ODECO y
promotor de la ONECA en Centro América, Romero Rodriguez promotor de Mundo Afro Uruguayo, Lázaro Medina
de la asociación Camba-Cua en Paraguay, Jorge Medina el primer diputado negro
de Bolivia, Jaime Hurtado en Ecuador y Zapata Olivella y Juan de Dios Mosquera en
Colombia.
Algunos partidos políticos y
administraciones públicas, sobre todo en los 80, aprovecharon el movimiento
negro para captar a sus líderes, ofreciéndoles representaciones supeditadas a
las líneas políticas del partido o la administración de turno. En este contexto
se gestó una incipiente clase media de profesionales y administradores públicos
que aportaron a las organizaciones afro. Las comunidades negras lograron mayor visibilización
en la lucha contra la pobreza y la defensa y conservación del territorio con
una visión ecológica integral.
A veces, esta clase media de
profesionales afro y funcionarios públicos se ha dejado envolver por las
ofertas del liberalismo, en particular por el consumismo. Así lo afirmaba el
director de la Revista Raca de Brasil: “el negro es un consumidor voraz, gasta
más dinero en ropa que los blancos, porque necesita manifestar su condición
social”.
Hacia finales de 1800 y principios
de 1900 gran parte de los gobiernos latinoamericanos plasmaron en sus
constituciones el ideario de la nación mestiza (Carlos Castillo) e impusieron
el proyecto nación. Fue a partir de 1990 que se lograron espacios en las
Asambleas Constituyentes de Colombia, Ecuador, Nicaragua y Brasil. Las nuevas
leyes y políticas públicas dieron avances significativos en educación,
legalización de tierras colectivas, salud e infraestructura.
Con ocasión de los 500 años, en
1992 se fortalecieron los movimientos indígenas como CONAIE en Ecuador, Movimiento
Zapatista en México, organizaciones indígenas en Bolivia... En este contexto se
insertaron las organizaciones afro por tanto tiempo invisibilizadas.
En la esfera de la administración
pública se crean instancias operativas, como PRODEPINE en Ecuador, SEPPIR en
Brasil, la Fundación para la Autonomía y el Desarrollo de la Costa Atlántica de
Nicaragua- FADCANIC, y la Confederación Nacional de Mujeres Campesinas que surgió
en la República Dominicana. La Academia por su parte ha aportado al crecimiento
del movimiento negro por medio de estudios, congresos y, en particular, a
través del programa la Ruta del Esclavo.
En las últimas décadas, organismos
internacionales, como las Naciones Unidas, la UNESCO, el Banco Interamericano
de Desarrollo-BID, el Banco Mundial-BM, financiaron programas para tener datos
y propuestas en vista a implementar políticas públicas. Por ejemplo, el Banco Mundial
apoyó en los 80 y 90 algunos procesos, y las estadísticas que de allí
emergieron provocaron un compromiso en la lucha contra la pobreza, relacionándola
con el “factor raza”.
El
papel de la mujer afro
En este contexto subrayamos el
protagonismo cada vez más relevante de las organizaciones de mujeres afro. Al
respecto Alexandra Ocles, diputada afroecuatoriana afirma que: “La Red de Mujeres Afrolatinoamericanas y
Caribeñas es fruto del 1er encuentro de mujeres negras que se realizó en la
República Dominicana en 1992. El objetivo inicial de esta red fue constituir un
espacio de coordinación, de iniciativas, que hagan visibles los problemas de
las mujeres negras en materia de identidad, discriminación, salud, trabajo,
integración.”
Entre las figuras más
significativas de las mujeres negras en América están: Epsy Campbell,
excandidata presidencial en Costa Rica; Dorothea Wilson, presidente de la Red
de Mujeres Negras de Nicaragua; en Brasil, Sueli Carneiro, exdiputada y
presidenta de GELEDES; Susana Baca, exministra en Perú; Mae Susana, presidenta
de la Federación Atabaque en Uruguay;
Mónica Rey, diputada afroboliviana; Eunice Meneses, secretaria ejecutiva
de la instancia de coordinación de las organizaciones afropanameñas; Piedad
Cordoba, Aura Dalia Caicedo y Sandra Hurtado, Secretaria de la Hermandad de Teología
afro de Colombia; Magdalena Lamadrid, de la organización África Vive, y Ruperta
Palacios, coordinadora de la pastoral afro de México.
Las
redes
Ha sido positiva la creación de
redes que contribuyen a la interacción y “acumulación de fuerzas”. Entre las distintas organizaciones negras que integran
la alianza se encuentran: la Red de Organizaciones Andinas y la ONECA en Centro
América. En 1994, surge la Red Continental de Organizaciones Afroamericanas,
promovida por Mundo Afro de Uruguay coordinada por Romero Rodriguez en ocasión
del “Primer Seminario contra el Racismo y la Xenofobia” que tuvo lugar en
Montevideo en 1994. El objetivo de esta red es el combate contra el racismo y
la discriminación por medio de iniciativas continentales y nacionales.
En 1996, surgió la Red Afroamérica
Siglo XXI, que además de recolectar datos quería promover y fortalecer a la población negra. Consiguió
el apoyo de instituciones como el BID en
el marco del “Foro sobre la Pobreza y las Minorías en América Latina y el
Caribe”, celebrado en Washington.
En el año 2000, en San José de
Costa Rica, surgió la Alianza
Estratégica Afrolatinoamericana y Caribeña en la fase de preparación a la
“Conferencia Mundial de Durban, contra todo Racismo, la Discriminación Racial,
la Xenofobia y todas las formas Conexas de Intolerancia.” cuyos objetivos son: visibilizar
la presencia de las comunidades negras, asegurar la igualdad y el acceso a
todas las instancias, incorporar perspectivas de género, así como el étnico-racial,
y propiciar el empoderamiento y su participación plena. La Alianza Estratégica organizó actividades
hasta el año 2005.
Para el 2003, se realizaron encuentros
de mujeres y hombres afro con cargos políticos y administrativos. Se llevaron a
cabo sucesivamente en Brasilia (2003), Bogotá (2004), Limón, Costa Rica, (2005),
financiados por el BID PNUD y la
Consulta Inter-agencial Sobre Raza en América Latina (IAC, 2000)
En 2005, en la reunión en Costa
Rica con la presencia de congresistas de 20 países, se creó el Parlamento Negro
de las Américas que realizó su primera reunión en Cali en el 2008. Esta
iniciativa ha tenido buenos deseos y propuestas que no se han concretizado por falta
de financiación, reconocimiento oficial y las contradicciones internas, que la han
llevado a un estado de ‘hibernación’, tal y como expresaba Romero Rodriguez en
2007.
En los años 80 el modelo económico
fue cuestionado, aumentó la deuda pública y la burocracia estatal, al punto que,
influenciados por el Banco Mundial y el FMI, se impusieron los criterios de
desarrollo neoliberales. Las consecuencias fueron graves, en particular para
los campesinos negros e indígenas que han ido perdiendo sus tierras a favor de
las compañías mineras y agro-exportadoras, consideradas más eficientes. Los movimientos indígenas y afro se
han unido en la resistencia contra el neoliberalismo y la globalización, apoyándose
en ONGs como Greenpace en la línea
ecologista y en el Foro Social Mundial en la línea social.
Al perder las tierras, los
campesinos se integraban en el mercado como asalariados, especialmente los que
a causa de la violencia, como en Colombia, han sido desplazados a las grandes
ciudades. Al respecto, el antropólogo norteamericano Norman Whitten Jr., al
considerar la situación dramática de los pueblos negros de Ecuador y Colombia
afirma: “me di cuenta con claridad de que,
cuanto más prospera es un área, mayor es la concentración de los negros en las
zonas de pobreza… La desposesión de los negros”, -concluía-, no tuvo lugar a pesar del crecimiento y el
desarrollo económico, sino por causa de él.” (Pioneros Negros 1991).
Gran parte de las bases del
movimiento negro se deja inducir por la ideología dominante en la cual la
movilización social es irrelevante y se prefiere la idea del esfuerzo y trabajo
personal. Cuando algunos afros suben o intentan subir de categoría social,
encuentran obstáculos y tendencias racistas. El movimiento negro busca superar estas
dificultades en unión con los movimientos indígenas y se constata que existe una
sensibilidad en los pueblos de América y sus gobernantes con relación a lo
étnico y pluricultural.
Algunos líderes afro diagnostican
un debilitamiento del movimiento negro a nivel continental. Quince Duncan,
Comisionado de Asuntos de la Afrodescendencia en Costa Rica, afirma que “el
movimiento negro se hace presente según los contextos y se involucra en los
procesos a nivel nacional y continental. Se da preferencia a las realidades
socioeconómicas de cada país”.
Concluimos con las palabras de George
Reid Andrews, en Afro Latinoamérica 1800-2000: “conforme los afro latinoamericanos
continúan ascendiendo a las clases medias de la región, los movimientos
raciales serán un actor necesario en los años que vendrán. La historia
centenaria de las hermandades religiosas, los clubes sociales y las
organizaciones cívicas están lejos de haberse acabado. La política racial, esa
parte tan intrínseca a los siglos XIX y XX, seguirá con nosotros hasta entrado
el siglo XXI y quizás más allá. Ojalá que no tuviera que ser así.” (Iberoamericana
Vervuert, 2007.pág.324-325).
El perdón cura las heridas provocadas por el resentimiento y renueva las personas, las familias, las comu- nidades y la vida social. El perdón es la clave de nuestras relaciones con Dios, con el prójimo y con nosotros mismos El perdón es una necesidad. Si no perdono, no puedo ser perdonado. El perdón es un proceso, este es, un continuo crecimiento hacia la libertad interior. No olvidemos que algunas experiencias son tan dolorosas que requieren mucho tiempo transcurrido en el perdón.